La imagen réplica de la Virgen del Valle ya luce el manto confeccionado para esta 53.a edición de la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho.
Tanto el vestido como el manto fueron realizados en el Taller de María con el aporte generoso de muchas personas, tanto en la realización como en la donación de materiales.
Luego de colocarle el nuevo manto, el padre Gustavo Flores, rector de la Catedral Basílica y Santuario de la Virgen del Valle, bendijo las prendas y a quienes trabajaron en su confección, como también a todas las personas que contribuyeron para su realización.
El diseño del patrón de bordado del manto fue un proceso largo de muchas ideas y sueños donde se quería expresar el Amor y la Presencia de Jesús y María en la naturaleza creada por Dios para el Hombre.
La primera idea que surge es la de la rosa de los vientos, la brújula, el horizonte seguro que nos muestra María en su Fiat: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, Lc. 1, 26-38. En estas palabras está trazado el camino perfecto para lograr la plenitud de vida cristiana.
En la diversidad de flores y aves está significado que el ser humano es un mundo de posibilidades y de realidades, de lo que somos y de lo que podemos ser. No estamos acabados en este mundo, nos vamos haciendo en el andar. Y ese hacernos exige la comunión, primero con Jesús, quien nos conduce a la comunión con nuestros hermanos y hermanas en la fe. Fuimos creados para ser felices, que es nuestra principal tarea. Y la felicidad se logra en el Amor. Jesús dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”, Jn. 14,6. Su Palabra es la brújula para aquellos que se sienten perdidos, en Él se encuentra la esperanza e inspiración para seguir al corazón y el camino correcto.
En las mariposas está figurada de algún modo la mujer, que tiene el don de la maternidad. Está hecha para dar vida y transformar vidas; para hacer crecer el amor; para superar y hacer superar barreras que parecen imposibles. Dios quiso tener una Madre, depender de ella para existir. De ahí la grandeza enorme de ser mujer. María llevó esta condición a lo más alto. Ella como esposa dejó todo para viajar con José, sólo con lo puesto y algunos víveres para el camino. Tuvo a su hijo Jesús en el lugar más humilde, sin lujos, sólo con el abrigo que le brindó un pesebre; qué ejemplo más grande de despojo material para proteger la vida. Y lo más difícil, estuvo firme al pie de la cruz sosteniendo a su Hijo.
El vestido blanco lleva el símbolo de la congregación mariana, que está compuesta por fieles laicos dedicados a honrar a la Virgen María y seguir su ejemplo de vida cristiana.
María del Valle con las manos juntas y entrelazadas con el pueblo es símbolo de abnegación y de la renuncia personal.