Luis Fernando Iribarren, apodado como el “carnicero de Giles”, se fugó de la cárcel de La Plata en una de sus salidas transitorias. Se desplegó un intenso operativo de seguridad para encontrarlo.

El criminal conocido por haber asesinado a toda su familia tenía salidas transitorias porque estudiaba Derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP. Sin embargo, después de salir este miércoles para asistir a clases, no volvió.

Iribarren estaba alojado en la Unidad 26 Penal de Lisandro Olmos, lugar donde este sábado cumpliría 29 años de haber ingresado luego de que lo condenaran a cadena perpetua.

“Los maté a todos”: así fueron los macabros crímenes del “carnicero de Giles”

En 1995, Luis Fernando Iribarren, de 30 años, fue detenido por el homicidio de su tía, que sufría una enfermedad terminal. En ese entonces, confesó que la había matado “por piedad” ya que le “jodía que sufriera”. Sin embargo, la sorpresa vino después cuando se descubrió que una década antes había cometido un crimen atroz.

“El Chacal”, como también fue conocido posteriormente, tomó la decisión de asesinar a su familia una madrugada de agosto de 1986. Según su propio relato, comenzó con sus padres y su hermana de nueve años mientras dormían, y les disparó con una carabina calibre 22 con los ojos cerrados.

Luego, salió de su casa a fumarse un cigarrillo y volvió para matar a su hermano adolescente. “Negro, ¿por qué te hice esto si yo te quería?”, dijo que pensó en ese momento.

Para ocultar el crimen, Iribarren enterró a sus familiares en un chiquero de un campo ubicado en una zona rural de Tuyutí. Pero eso no se descubrió hasta 1995, tres meses después de que la Policía encontrara el cuerpo de la tía del “carnicero de Giles”.

Los vecinos dejaron de ver a Alicia Iribarren y se preocuparon. Le consultaron a su sobrino por el estado de salud de la mujer, ya que tenía cáncer y él era el encargado de cuidarla. “Está muy enferma y la llevé a un hospital de Buenos Aires”, respondía el Chacal cada vez que alguien le preguntaba por ella. Poco después, tuvo que reconocer que su tía estaba muerta y se lamentaba porque no había podido ganarle a su enfermedad.

Pese a ello, el 31 de agosto de 1995 una persona que no estaba convencida de su relato llamó al 911 y lo denunció.

En cuanto los efectivos atravesaron la puerta de la casa ubicada en la calle Cámpora, el olor nauseabundo los golpeó: Alcira estaba muerta, pero no la había matado el cáncer. Tenía dos hachazos en la cabeza.

En la escalofriante escena y acorralado por la Policía, el “Chacal” confesó: “Quería ayudarla a terminar con su sufrimiento y procedí a asfixiarla, pero como no pude busqué otra forma. Recorrí la casa y encontré el hacha. Le pegué dos golpes en la cabeza”.

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