Un vino que forma parte del patrimonio del vino salteño: nace en un parral de más de 70 años. Son pocas plantas, así que el equipo de enología liderado por Alejandro Pepa se da sus gustos, como cosechar muy temprano en la mañana en cajas chicas, fermentar en pequeñas vasijas ovoides y utilizar levaduras indígenas.

El equilibrio natural del viñedo y el metódico trabajo en bodega permite alumbrar un vino elegante, profundo y expresivo, con predominio de las notas especiadas, con un fondo de pimentón y una fruta bien roja. Lo más interesante ocurre en el paladar: linda textura, apoyada en taninos granulosos, ligeramente secantes, que hablan de un suelo mineral. Para tenerlo en el radar.

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