La arquitectura bioclimática es conocida en todo el mundo como la rama del diseño que busca aprovechar los recursos climáticos disponibles para disminuir los impactos ambientales. ¿Cómo lograrlo? Principalmente, a partir de mejorar los consumos de energía en conjunto con las condiciones de confort al interior de las viviendas.
En nuestro país, las viviendas sustentables diseñadas con la técnica que propone la arquitectura bioclimática son una alternativa cada vez más utilizada en diversas provincias, con epicentro en la provincia de Córdoba, en expansión en Buenos Aires, Mendoza y la Patagonia, y con puntos clave de investigación en la región de San Luis y La Pampa a través de los proyectos de edificios bioclimáticos experimentales dirigidos por expertos del CONICET.
De acuerdo a Gisela Oyanguren, arquitecta y docente, especialista en bioconstrucción, arquitectura bioclimática y construcción con tierra, la arquitectura bioclimática tiene la particularidad de enfocarse en el estudio de las condiciones climáticas y topográficas al momento de iniciar el proyecto constructivo. “La eficiencia energética se aplica en el proceso del desarrollo del proceso constructivo y no después, ya que una vez comenzada la construcción no se logra el aprovechamiento al máximo de los recursos”, precisa en diálogo con Economía Sustentable, mientras remarca que “con la construcción bioclimática siempre busca la eficiencia energética en conjunto con el confort térmico interior a partir de la utilización de las variables que presenta el clima donde se va a desarrollar el proyecto”.
Entre los pilares de este tipo de construcción, se prioriza la aclimatación pasiva, es decir, sin inyección de energías fósiles (sin gas, ni estufa, ni aire acondicionado). Al respecto ofrece un ejemplo: “Si nos encontramos en una región muy cálida, se busca diseñar una vivienda con ventilaciones cruzadas y aislaciones correspondientes para evitar el ingreso del calor a la vivienda; en cambio, si el sitio donde se realiza el proyecto es frío, se priorizan las estrategias para captar el sol y almacenarlo”.
Qué es la arquitectura bioclimática
Desde la antigüedad, este tipo de arquitectura priorizó las condiciones climáticas y la ubicación respecto al sol de las viviendas romanas y griegas (entre otras), con el fin de reducir el consumo innecesario de energía y mejorar las condiciones habitacionales.
En el siglo V a.C, Sócrates, el gran pensador de la Antigua Grecia, habría dicho de acuerdo a los textos del historiador Jenofonte algo así como que “es más agradable tener la casa fresca en verano y cálida en invierno”, en relación a la orientación respecto al sol. Para las casas orientadas al norte, por ejemplo, recomendaba que no fueran demasiado altas para evitar los vientos de tramontana.
“Excepto en los últimos 80 años, las grandes ciudades y civilizaciones fueron construidas con materiales naturales: Antiguamente los palacios que conocemos se construían en piedra o en cal, un material que incluso tiene un impacto menor que el ladrillo o el cemento de nuestra época ya que la quema de la piedra caliza era a menor temperatura”, precisa Oyanguren.
Hay un cambio decisivo en la mirada del hombre sobre la construcción con la aparición del cemento y el ladrillo, dos materiales súper contaminantes que se empezaron a generar a partir de los procesos industriales y que se aplicaron de manera masivamente en las viviendas que hoy nos rodean.
La buena noticia es que la construcción sustentable está volviendo a tomar protagonismo. En la actualidad, hay cientos de construcciones sustentables que abarcan la mirada de la arquitectura bioclimática en todo el país: “En los últimos años, con el auge de la sustentabilidad como respuesta obligada a los requerimientos de disminuir los niveles de contaminación frente al cambio climático, la mirada sustentable se ‘puso de moda’ nuevamente en la arquitectura”, describe.
Cómo la arquitectura bioclimática se complementa con la construcción natural
Una disciplina que asiste a la arquitectura bioclimática es la bioconstrucción (también llamada construcción natural), que es la forma de construir que busca reducir el impacto ambiental principalmente a través de la selección de los materiales que serán utilizados para la construcción. Esto quiere decir que siempre que sea posible, se evita la utilización del cemento o el ladrillo, entre otros materiales sumamente contaminantes. En la bioconstrucción se priorizan los materiales naturales (maderas certificadas, no de desmonte), la tierra, la piedra, el bambú (dependiendo de la región donde nos encontremos), entre otros.
Según cuenta Oyanguren, el ladrillo y el cemento tienen un impacto gigante en el ambiente, especialmente por la enorme emisión de dióxido de carbono que libera a la atmosfera desde el proceso de su producción, transporte, puesta en obra y demolición. “Se sabe que la industria de la construcción genera el 40 por ciento aproximado del dióxido de carbono total que liberamos al ambiente”.
En tanto, cuando las dos líneas de diseño sustentables mencionadas trabajan en conjunto, son grandes aliadas para lograr un cambio estructural. A su vez, percibe un doble beneficio en la elección del uso de materiales naturales, ya que “no solo responde a la necesidad de reducir el impacto ambiental, sino a mejorar la calidad de la habitabilidad interior de las viviendas en donde son utilizados. Al ser materiales que respiran, regulan la hidrotermia y la calidad del aire interior, impactando de manera positiva en la salubridad de los ambientes”.
Arquitectura biodinámica y las ventajas de las Tiny House
En los años 70, las Tiny House nacieron como respuesta al movimiento de familias que vivían de manera nómade en distintas regiones de Estados Unidos. Analía Díaz, arquitecta especializada en sustentabilidad, cuenta a Economía Sustentable que, las casas rodantes que comenzaron a diseñarse en aquellos años, eran pequeñas ya que el máximo ancho permitido era el mismo que tenía permitido el resto de los automóviles para circular en rutas.
“Las tiny house fueron tomadas como modelo para generar pequeñas viviendas en movimiento con el objetivo de lograr la misma calidad de vida, pero con los metros cuadrados usados de manera racional. Es decir, que se apunta a lograr todos los ambientes básicos (baño, cocina, dormitorio) con la menor cantidad posible de materiales, lo que implica a su vez un cambio de vida respecto los objetos que te rodean ya que los espacios de guardado son reducidos”, detalla Díaz.
“Este tipo de construcciones proponen un cambio de vida en relación al espacio físico, pero también apuntan a un cambio más profundo donde haya menor impacto en todo sentido: se reduce el consumo para que haya menos objetos acumulados, también se reduce la huella ambiental en la construcción y se busca un menor impacto en el suelo y en el entorno”, agrega.
En términos económicos, Díaz coincide con Oyanguren en que no varía tanto el presupuesto destinado, asegurando que son viviendas accesibles con una inversión similar a la que se realiza en una casa de materiales tradicionales y metros similares.
La sustentabilidad de estas viviendas está determinada principalmente por los materiales elegidos para su construcción: “Son proyectos diseñados con las premisas de la arquitectura bioclimática, a través de la cual se busca aprovechar todos los recursos del lugar en el sentido climático y topográfico. En general son construcciones de casa que se fabrican en seco, que pueden ser en madera o metal, lo que permite reducir el uso de agua en colaboración con el medio ambiente”, explica, y enseguida destaca: Si tenemos que optar entre madera o metal, por poner un ejemplo, se recomienda madera ya que tiene una menor huella ecológica que el metal, que por su proceso de producción y extracción tiene una huella energética muy alta”.
La experiencia de los edificios bioclimáticos
En el marco de la investigación sobre la eficacia energética y mantención de confort térmico de los edificios bioclimáticos experimentales construidos en distintos puntos de las provincias de La Pampa y San Luis, Celina Filippín, investigadora principal de CONICET en el Centro Regional La Pampa – San Luis del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), participó activamente junto a otros investigadores y arquitectos hasta la finalización del proyecto en 2018.
En diálogo con Economía Sustentable, la experta de CONICET asegura que “el objetivo de minimizar el gasto de energía en materia de calefacción, refrigeración e iluminación sin por ello reducir las condiciones de bienestar de los ocupantes fue cubierto con éxito”. También desliza que hubo errores que revisar y complementar.
“En un principio pensábamos las características que debían tener los edificios en función, sobre todo, del ahorro en calefacción durante el invierno, lo que llevó a que tuviéramos algunos problemas de sobrecalentamiento en los veranos”, relata Filippín.
Con los resultados sobre la mesa, la experta dice que, de volver a realizar este tipo de edificios, encararía el diseño pensando primero en el período estival, teniendo en cuenta el clima de la provincia donde fueron desarrollados estos edificios. “En el invierno ya sabemos que los edificios solares funcionan muy bien; se puede llegar a tener ahorros de entre un 50 y un 90 por ciento en calefacción”. A su vez, afirma que “más allá de las modificaciones que fuimos realizando en lo que se refiere al diseño, siempre apuntamos a minimizar el consumo energético, para el acondicionamiento tanto térmico como lumínico, a través del calentamiento solar, la ventilación y la iluminación natural junto con la utilización de materiales que aíslen térmicamente”, explica.
Entre los resultados abordados, en la unidad de extensión y desarrollo territorial del INTA en Victorica, La Pampa, que estuvo a cargo del diseño término-energético de Celina Filippín en conjunto con el diseño arquitectónico a cargo de León Marek, las conclusiones resultaron muy alentadoras: “Los resultados del monitoreo experimental muestran un entorno térmicamente aceptable. (…) El ambiente interior del edificio es térmicamente aceptable durante invierno y verano con un consumo anual de energía es de 46 kWh/m2 (calefacción) y 18.9 kWh/m2 (electricidad utilizada para refrigeración, equipos e iluminación), La reducción del área vidriada efectiva al norte a un 7 % de la superficie útil del edificio, sumada a una envolvente energéticamente eficiente, permitió alcanzar el confort térmico con un importante ahorro energético”, puntualiza el documento entre otros aspectos positivos.
“Para alcanzar el confort térmico deseado y logra un buen aprovechamiento de recursos, el diseño tiene que ser necesariamente integral, no puede tener en cuenta un único aspecto como la orientación, la resistencia térmica de la envolvente –los cerramientos que separan el interior del exterior del edificio- o la ventilación, sino a todo ellos en su conjunto y de manera equilibrada”, remarca Filippín, y destaca entre los puntos fundamentales para diseñar un hábitat bioclimático adecuado que “el edificio debe estar orientado al norte, siempre que sea posible, para aprovechar la energía solar, pero también, debe tener una masa térmica que la pueda acumular y luego liberar el calor en el interior durante la noche”.
“Asimismo, debe estar bien ventilado y correctamente aislado térmicamente, para lo que la resistencia de los materiales utilizados en la envolvente debe estar adecuada a las pérdidas y a las ganancias energéticas del edificio”, concluyó.