Para comprender los procesos revolucionarios que transcurren entre 1808-1810 y que culminan con las independencias iberoamericanas es necesario un análisis profundo, para un periodo decisivo, dinámico, cambiante con avances y retrocesos que alteraron la historia universal. El historiador John Lynch al analizar esta etapa afirma que: “...las revoluciones por la independencia en Hispanoamérica fueron repentinas, violentas y universales”.

Cuando se produce la crisis de la monarquía española, con la conquista francesa de España y la caída de los Borbones españoles, los americanos se encontraron frente a una crisis de legitimidad política sin precedentes. No querían seguir sosteniendo a la monarquía de los Borbones, tampoco aceptaban a Napoleón Bonaparte y desconfiaban del imperialismo de los liberales españoles. Cuando en Hispanoamérica se conocieron las noticias de la disolución de la Junta Central de Sevilla, ante el avance de los ejércitos franceses, varias ciudades capitales de virreinatos, algunas de ellas, decidieron organizar a través de los cabildos sus propias “Juntas de Gobierno”.

Primero sería el Cabildo de Caracas, el 19 de abril de 1810, conformando la Junta de Gobierno de Caracas, depositaria de la Soberanía y de los Derechos de Fernando VII, “el Deseado”. Semanas después le seguiría la conformación de la “Junta de Gobierno” del Cabildo de Buenos Aires, al igual que en Venezuela integrada en su mayoría por “criollos”. En septiembre estallaría un movimiento revolucionario en México encabezado por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, al grito de “Viva la Virgen de Guadalupe”, “abajo el mal gobierno”, “Viva Fernando VII”. Un movimiento distinto el mexicano, de neto corte social, diferente a Caracas y Buenos Aires.

En el Virreinato del Río de la Plata, al conocerse las noticias que llegaban desde España, sectores de mucho poder de la sociedad porteña intimaron al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros a convocar un “Cabildo Abierto”, una asamblea de vecinos “principales” para el 22 de mayo de 1810. Participaron en ella 251 vecinos de los 450 convocados. En el cabildo abierto se debatieron dos cuestiones: la primera consistía en decidir si había que subrogar la autoridad de Cisneros, designado por la Junta Central ahora disuelta. Por amplia mayoría se decidió deponer al virrey. La segunda era más complicada: ¿Quién debía ejercer la autoridad? Por lo pronto se decidió constituir una junta. El 24 de mayo el cabildo organizó una Junta de cinco miembros con Cisneros como presidente. Por una representación de vecinos y comandantes a nombre del pueblo, desde la resistencia a las invasiones inglesas de 1806 y 1807 el poder político en la ciudad dependía del apoyo de los cuerpos militares, por lo que se rechazó ese gobierno y el cabildo organizó una nueva asamblea el 25 de mayo.

El 25 de mayo de 1810 se constituyó la Primera Junta de gobierno en el Río de la Plata en nombre del rey Fernando VII, de la religión y de las leyes de la monarquía. La Primera Junta del Río de la Plata se integró con nueve miembros, entre ellos abogados, militares, comerciantes y un sacerdote. Siete eran americanos: Cornelio Saavedra, Mariano Moreno, Juan José Paso, Juan José Castelli, Manuel Alberti, Manuel Belgrano y Miguel de Azcuénaga y dos españoles: Juan Larrea y Domingo Matheu.

Mariano Moreno fue secretario de la Primera Junta y el ideólogo de la transformación en un gobierno revolucionario, en contra inclusive del pensamiento de algunos miembros de la Junta. Para difundir sus ideas, editó un periódico oficial: “La Gaceta de Buenos Aires”, que explicaba en qué consistía el fundamento de la Junta: la soberanía del pueblo. Como señalan varios historiadores: una revolución liberal y burguesa.

La Junta, organizada en Buenos Aires pretendía representar al resto de la jurisdicción: Intendencias y provincias del interior que comprendía importantes ciudades, como Montevideo, Córdoba, Paraguay y las ciudades del Alto Perú. Pero éstas rechazaron la legitimidad del nuevo gobierno, iniciándose el periodo de conflictos denominado “Guerra de la independencia”.

En Catamarca, la noticia de la Revolución de Mayo se conoció el 22 de junio, mediante correo mensual. De urgencia, los cabildantes se reunieron para interiorizarse sobre los últimos acontecimientos acaecidos en la capital del virreinato. La jurisdicción de Catamarca formaba parte en 1810 de la Intendencia de Salta del Tucumán, cuya cabeza de jurisdicción era la ciudad de Salta, desde que la Real Ordenanza de Intendentes, en 1782 instituyó las Intendencias en lugar de las anteriores Gobernaciones.

La pequeña ciudad, con su humilde Cabildo, ubicado en la actual calle República y Rivadavia, fue el lugar donde se congregó un Cabildo abierto, el 23 de julio; luego de la lectura del documento se procedió a elegir un representante a un Congreso General Constituyente, que debía elegir la forma de gobierno más adecuada al nuevo territorio. En la ocasión se reunieron 52 vecinos que eligieron a Francisco de Acuña para el cargo de diputado por Catamarca. Acuña prestó juramento el 28 de julio, pero el 25 de agosto de ese año llegó una comunicación en la que se fijaban los términos de las cualidades que debían reunir los diputados electos. Entre ellas se destacaba el hecho que el electo diputado debía ser nacido en América, bajo ningún término español. Por esta circunstancia fue rechazado el pliego de Francisco de Acuña. El 31 de agosto se reunió nuevamente el Cabildo, según la normativa estipulada desde el Cabildo de Buenos Aires, resultando electo en esta ocasión, el síndico Procurador General José Antonio Olmos de Aguilera.

Si bien es cierto que la ‘máscara’ de Fernando VII se sostuvo hasta finales de 1812 en el espacio rioplatense, la forma elegida por el Cabildo para expresarse y los términos que se utilizaron, mostraban poco a poco el apego de la dirigencia catamarqueña a la causa revolucionaria.

Sobrevendría luego, la lucha por la “soberanía” a través de la denominada guerra de la Independencia, la cual se dirimiría entre patriotas revolucionarios y patriotas realistas, con americanos combatiendo en los dos bandos. Entre 1815 y 1820, la mayoría de los antiguos virreinatos alcanzarían su independencia del Rey de España. La última batalla marcando el final del dominio español en Sudamérica llegaría hace 200 años en los campos peruanos de Ayacucho, un 9 de diciembre de 1824.

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