La es una realidad: aquellas personas que viven en Buenos Aires y quieren disfrutar de una copa frente a un viñedo, ya no necesitan tomarse un avión con destino a Mendoza. En auto, en poco más de 45 minutos (no al volante si luego va a tomar alcohol, desde ya) se puede estar en una bodega y rodeado de hileras de Malbec.

Se trata de Bodega Gamboa, un proyecto vitivinícola que está a metros de la Panamericana, en el partido de Campana, un terroir bonaerense que figura con orgullo en el frente de las etiquetas de cada una de las botellas de partida ultra limitada y que viene a expandir las fronteras del vino argentino. 

"Es la bodega más cercana a la Ciudad de Buenos Aires, que combina viñedos propios, enoturismo y gastronomía de alto nivel. Nació con el propósito de acercar el mundo del vino a quienes viven en la gran ciudad, ofreciendo experiencias entre viñas, degustaciones guiadas y un restaurante de cocina de estación en un entorno natural único, rodeado por la reserva natural Otamendi: un escenario donde la vid convive con bosques nativos, humedales y fauna silvestre", explican los impulsores de este proyecto que comenzó a gestarse allá por el 2010, de la mano del empresario y bodeguero Eduardo Tuite, nacido en Santa Fe y proveniente de una familia relacionada con los agronegocios.

La finca cuenta con una superficie total de 63 hectáreas, de las cuales en la actualidad hay plantadas unas 6 hectáreas con variedades como -además de Malbec- Pinot Noir, Cabernet Franc, Bonarda, Monastrell, Sauvignon Blanc, Merlot, Riesling y Chardonnay. Sin embargo, el proyecto a mediano plazo es ambicioso: alcanzar las 25 hectáreas con vides.

Y este salto en superficie también tendrá su correlato en la producción total: de las 20.000 botellas por vendimia elaboradas a partir de uvas cultivadas en Campana, esperan estar triplicando esa cifra en los próximos 5 años.

La novedad es que al proyecto se acaba de sumar como asesor un nombre de peso en la industria: Sebastián Bisole, enólogo e ingeniero agrónomo que lideró diferentes bodegas y que, a través de su proyecto personal, viene experimentando sin moldes ni recetas, ya sea por los métodos de elaboración como por su apuesta por cepas nada tradicionales en la Argentina.

Vinos de Campana: un terruño diferente y con desafíos

Para el experto, que trabaja junto al también enólogo Gerardo Pereyra, quien estuvo desde el inicio en este proyecto, el terroir de Campana ofrece "un potencial muy interesante" porque combina suelos franco arcillosos de origen aluvial, con buena capacidad de drenaje, y un clima templado húmedo que favorece maduraciones más largas.

"Esta relación clima–suelo permite trabajar con un perfil de vinos distintos a los de zonas más áridas como Mendoza: con mayor frescura natural, acidez marcada y expresiones aromáticas delicadas. Eso abre la puerta a vinos de alta gama que destaquen por elegancia y singularidad más que por potencia", detalla.

Cuando se le pide que resuma la esencia de los vinos de Campana, Bisole destaca, antes que nada, la frescura: "Son vinos con una impronta húmeda y vegetal que se traduce en aromas frescos, tensión en boca y perfiles más europeos que argentinos, en algunos casos. La esencia es justamente esa: vinos que rompen el molde, que sorprenden y que invitan a pensar en un nuevo mapa vitivinícola en Argentina".

Esta singularidad, claro, requiere de mucho trabajo e investigación y de tiempo en el viñedo. Bisole explica que el principal desafío al cultivar uvas en un terroir como Campana es manejar la mayor humedad y la presión de enfermedades fúngicas.

También, menciona el desafío de la construcción de marca: "Al no tener la tradición ni la ‘marca región’ de otras zonas vitivinícolas, el desafío es doble: construir identidad desde cero y, al mismo tiempo, mostrar que se pueden hacer vinos de nivel internacional en un terroir emergente. En definitiva, el reto es transformar lo distinto en virtud, no en limitación".

Lo interesante es que el emprendimiento incluye un proyecto vitivinícola participativo de parcelas en el viñedo de Bodega Gamboa, llamado "Mi Finca Gamboa". A través del mismo, cada socio se convierte en parte activa del proceso productivo, desde la viña hasta la botella, recibiendo como contrapartida una producción anual con etiquetas personalizadas.

Así, este proyecto que expande las fronteras de la vitvincultura argentina, integra enología, enoturismo y sustentabilidad, "generando una experiencia colectiva e innovadora. Tener su propio viñedo, marca y etiqueta y participar de todo el proceso de elaboración", explicaron desde la bodega.

¿Cómo son los vinos que crecen a metros de la Panamericana?

Según Bisole, el Malbec de Campana se expresa con un perfil más fresco y jugoso que en otras regiones clásicas. A nivel organoléptico, en tanto, se destaca por su color más brillante y no tan concentrado, con aromas a frutas rojas frescas -ciruela, frambuesa-, notas florales y especiadas y una boca de taninos suaves, amables, con buena acidez natural que le da tensión. "Es un Malbec que sorprende por su elegancia más que por su potencia", señala.

Terruños Únicos Malbec 2024, que se puede conseguir en la bodega a un precio de $70.000. ¿Qué propone? Desde ya que a nivel aromático es singular: manda la fruta roja, pero hay una capa especiada que lo saca del clásico Malbec de manual. En boca hay jugosidad, con un recorrido largo, no muy cargado, taninos que dejan una agradable sensación granulosa y sí, una rica y evidente energía ácida que lo hace más perdurable en el paladar.

Terruños Únicos Pinot Noir es otra de las etiquetas que nacen en Campana. La cosecha 2024, que también se consigue a $70.000 en la bodega, tiene la fruta roja muy a flor de piel, con un perfil herbal y una pincelada terrosa que redondean una paleta sumamente expresiva. En boca muestra un paso súper fluido; no hay dudas: es muy bebible, pero esto no significa que sus taninos pasen desapercibidos; por el contrario, tienen algo de grip y premian con una textura granulosa propia del lugar. Un Pinot Noir con energía joven y con frescura y hándicap suficiente como para evolucionar en botella durante los próximos años.

"El Pinot Noir mostró un carácter muy atractivo: aromas nítidos a cereza, frutilla y un fondo terroso que asemeja a notas ahumadas y que refleja la influencia del terroir y del clon. En boca es delicado, con buena acidez y textura ligera. Creo que lo más interesante es su transparencia: deja ver el lugar, con un perfil fresco y muy expresivo", agrega Bisole.

 

 

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