El escritor y periodista habla de su nuevo libro. Analiza los dilemas que enfrenta el movimiento nacional a partir del triunfo de Milei. "Lo más peligroso es la idea de un iluminado asistido por las fuerzas del cielo".
“Si este libro no fuera una forma de diagnóstico, y yo en realidad supiera lo que hay que hacer, sería un hijo de puta”, aclara Hernán Brienza sobre ¿Para qué sirvió el peronismo? (Planeta, 230 páginas) y acepta la condición bait del uso del tiempo verbal en pasado. Siempre a ritmo de buen ensayista, se trata de un volumen de interpretación didáctica de la historia del justicialismo con un sinfín de lecturas paralelas recomendadas para intentar comprender y profundizar sobre los últimos 80 años argentinos.
La conversación con Tiempo, sin embargo, rumbeó hacia el futuro. Brienza propone al movimiento nacional y popular algo así como una actualización bibliográfica: Mark Fisher, Byung-Chul Han, Diego Fusaro, las encíclicas del papa Francisco, Éric Sadin, Francois Dubet y más. El sujeto al que el peronismo interpeló siempre ahora se difuminó en las pantallas: hay que tender hacia él. Los ejemplos del defasaje epocal se multiplican, pero al instante aparece uno. “Creo que la aparición del smartphone, en términos políticos, quebró al kirchnerismo en dos, lo agarró a contrapié. La generación de contenido, información y datos se corrió del mundo habitual del siglo XX y muchos no la entendimos. En ese sentido, Milei es ultramoderno”, dice.
–¿O sea que la Ley de Medios quedó vieja rápido a pesar de la batalla ofrecida?
–Enseguida quedó vieja. Hoy es inexacto plantear el monopolio de Clarín frente al monopolio de Meta y los bots. Es más peligroso en las redes un cuartel de bots que un medio de comunicación tradicional, aunque esté hiperconcentrado. Y entre Elon Musk y Clarín, ahí hay que hacer una distinción, ¿no? ¿Quién es más poderoso?
–¿Qué pensás de la violencia digital, el miedo que está creciendo en la política al escrache y el escándalo moral de miles de usuarios a la vez?
–La tecnología te permite deshumanizar aún más al oponente porque no lo conocés. Si vos mirás a la cara a tu oponente, su mirada te llama la atención. Ante otro rostro, no te queda otra que acercarte. Con la tecnología pasa lo opuesto: como no lo veo ni sé si es un ser de carne y hueso, puedo tratarlo solamente como una imagen plana. Esto lo plantea Bifo Berardi respecto de la deshumanización de las relaciones. Y creo que ahí hay algo que explica un poco el mileísmo. Sospecho que Milei es menos cruel en la personal de lo que lo es en redes. Sospecho incluso que es, diría, bienintencionado en lo personal. Pero lo más peligroso de este proceso es la idea de que él es un iluminado asistido por las fuerzas del cielo. Esa teología política hace desastre, aún con buenas intenciones. Por supuesto, el verdadero mal es Caputo, Santiago y Luis. El mal del que calcula el daño. Me parece que el mal tiene más que ver con el cálculo, no con el desborde, aunque éste genere más daño.
–En el libro se trasluce una preocupación después del triunfo libertario, una incógnita sobre a quién le habla el peronismo y con qué valores. ¿Hasta qué punto el peronismo ha entrado en una etapa inofensiva?
–Me acuerdo que una de las pintadas que hacíamos en 1985 era «no hay democracia social sin justicia social». Lo sustantivo es la justicia social, no la democracia. Pero algo pasó en estos 40 años. Quizás el neoliberalismo, pero también el descubrimiento de los derechos individuales. Entonces el peronismo abrazó tanto la cuestión de la democracia que se perdió algo clave. El peronismo ya no chicanea a la democracia. Intenta ser el alumno de la primera fila, cuando siempre era el que se sentaba atrás y le tiraba tizas al profesor. Haber perdido la rabia de los años de la proscripción generó una crisis en el peronismo como todo. Corro de esto a Cristina porque sigue siendo la bestia negra de la política argentina, es el único animal políticamente incorrecto. Milei también lo era, pero se lo está devorando la gestión. Más en general, habría que hacer una pequeña hipótesis sobre si las mayorías no eligen lo políticamente incorrecto para gobernar.
–Decís en un pasaje del libro: “No pareciera posible que, reimplantando con fórceps valores que la sociedad ha perdido, pueda generarse una actualización doctrinaria”.
–Se vaciaron de contenido los valores del peronismo. Si le preguntás a una persona qué son la justicia social, la soberanía política y la independencia económica, no lo sabe. El modelo de justicia social que le propone el peronismo a la gente, vinculado al estado de bienestar del siglo pasado, vinculado a Estado-Nación, familia y capitalismo industrial fordista, no está entre los sueños de las mayorías jóvenes, que no quieren estabilidad laboral porque la ven relacionada a la esclavitud. Nadie quiere trabajar diez o 12 horas por un sueldo mínimo. Hay mayor libertad también para pensar las relaciones amorosas. Entonces a partir de eso hay que repensar el significado de justicia social. Estamos mucho más atomizados, hiperindividualizados. Tiene una carga negativa eso, pero creo que más que individualistas. Estamos solitarios y aislados, incluso contra nuestra propia voluntad. Eso genera subjetividades diferentes. No somos seres egoístas, como plantea el liberalismo, sino que hay mucho de desencuentro. No hay maldad en el aislado. Es la táctica del que hace lo que puede en este mundo. Pero quizás ese pensamiento táctico individual deviene en un mal colectivo. Todos estamos pensando en cómo sobrevivir y no en cómo mejorar la sociedad.
–Entonces el objetivo de un gobierno que quiera paz social debería ser que esas tácticas fueran menos extremas…
–Sí. Pensar la justicia social es pensar las condiciones materiales de las mayorías. No es un eslogan. Para eso tenés que tener pautas de juego político, social y económico que se mantengan por más de un gobierno, no por cuatro años. Volviendo a lo anterior: un 60% de la población no sabe lo que son el aguinaldo y las vacaciones. El peronismo les dice: vienen por tus derechos. Y la persona aislada, solitaria, dice: ¿qué derechos, si estoy doce horas arriba de la bicicleta o del auto y no llego a fin de mes? Hay ahí un desfasaje de la realidad.
–¿El peronismo puede entrar en esa discusión? Porque pareciera que le dice a esas personas autoexplotadas: «no, pará de laburar, te estás pasando de rosca».
–El marco teórico que tiene el peronismo es del siglo XX, con derechos laborales acordes. Por supuesto que hay que hacer una reforma laboral, el tema es si la hacés a favor del flaco de la bicicleta o la hacés a favor de la aplicación, como la quiere hacer de alguna manera la derecha. Bueno, hay que pensar en la reforma laboral a favor de los trabajadores. Y lo más complicado es saber si es que hay un término que puede englobar a todos los trabajadores del presente. La verdadera igualdad es cómo tratamos lo diferente: esta lógica de tratar lo diferente como igual es injusta. No podés mirar de la misma manera al chabón que está 12 horas en bicicleta que al gerente que cobra 30 millones de pesos por mandar a otros a laburar. Esa atomización económica y social no está explicada. Y el peronismo por ahora no sabe cómo hablar de eso. «