Dos minutos después de las nueve de la mañana, fue Jorge Macri el primero en recibir un planteo directo sobre el impacto del ajuste y el incremento de la pobreza en pleno 25 de Mayo. Venía de protagonizar el izamiento de la bandera en Plaza de Mayo y cuando comenzó a caminar hacia la Catedral Metropolitana se le cruzó una persona en situación de calle. «Señor, quiero saber por qué están cerrando los paradores, yo vivo en la calle», le dijo el hombre al alcalde porteño, que trató de derivarlo con uno de sus funcionarios para sortear la incomodidad que le provocó la irrupción. Media hora después, cuando ingresó a la Catedral Metropolitana para participar de su primer Tedeum, a Javier Milei también le llegó. Esta vez no hubo sorpresas, porque se esperaban las críticas, pero el mensaje estuvo en manos del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva. El sacerdote ofreció su primera homilía, desde que fue designado por el Papa Francisco como arzobispo porteño y cardenal primado de la Argentina, en una celebración del primer gobierno patrio de 1810.

Para curarse en salud, el prelado hizo una prevención antes de ofrecer su discurso, pero a la vez anticipó que pretendía ser franco. «El mensaje que compartiré quiere ser un aporte, (…) más allá de saber que, luego, puedan ser tomadas frases aisladas para querer alimentar la fragmentación», aseguró. Sin perder un tono cauteloso y respetuoso, García Cueva le dijo, a su modo, la preocupación contenida que tiene el clero sobre el veloz incremento de la pobreza, el impacto en las infancias y la sombra del hambre que asoma con más fuerza en los barrios populares, cada vez más golpeados por el incremento del desempleo y el ajuste.

 
 

El cardenal habló de una «parálisis de nuestro pueblo», que hay que tomar en serio. Delante suyo, estaba Milei sentado en el sillón destinado al presidente y atrás, en las gradas posteriores, todo su gabinete. Hubo un gran ausente que es número puesto en cada ceremonia del 25 de Mayo y a quien esta vez nadie vio. Se trata del secretario de Culto Francisco Sánchez. Al igual que Milei, también viajó a España la semana pasada para participar del encuentro de la ultraderecha europea Viva 24. Cargó contra el aborto, el matrimonio igualitario y se metió con un tema que la Iglesia considera cerrado desde el gobierno de Raúl Alfonsín. «Cerca del 30% de los chicos que son hijos de familias separadas sufren trastornos de ansiedad, y los hijos de familias separadas tienen rendimientos un 25% inferior respecto de hijos de familias consolidadas”, aseguró el exdiputado neuquino para cuestionar el divorcio. Su futuro al frente de la Secretaría de Culto está en duda. «A veces confunde sus convicciones personales con el cargo que ocupa», se animó a evaluar uno de los presentes en la homilía, ante las consultas de Tiempo.

«Sabemos que hay parálisis que no se pueden procrastinar – insistió García Cueva desde el púlpito de la Catedral Metropolitana-. Su postergación, en nombre de un futuro prometedor, generaría consecuencias nefastas por irreversibles en la vida de las personas y, por tanto, de toda la sociedad», leyó el sacerdote, en una sutil referencia al arranque de un gobierno que lleva adelante reformas drásticas, recostado en la aplicación de un ajuste que ha postergado todas las políticas sociales, al punto de frenar la entrega de alimentos desde principios de año. «Un precio muy alto a pagar que no nos podemos permitir: la malnutrición en la primera infancia; la falta de escolarización y accesibilidad a los servicios de salud; los ancianos y jubilados incapaces de sostenerse diariamente con un mínimo de dignidad, son algunos de esos ejemplos impostergables», resaltó ante un presidente que se mantuvo imperturbable.

Para profundizar sin ofender, el cura volvió a ampararse en reflexiones bíblicas y del evangelio, como un prólogo útil para dar el segundo golpe discursivo, en un momento donde el prime time de la mañana estaba concentrado en el Tedeum. «Que cada uno, y todos a la vez, desde la responsabilidad que tenemos en la comunidad, (…) nos preguntemos: en estos tiempos tan difíciles ¿qué estoy haciendo por los más pobres?», dijo. Luego volvió a apuntarle al invitado especial, pero sin nombrarlo. «¿Podremos mirarnos y responder esa pregunta sin echar culpas como adolescentes, sino desde la responsabilidad de hacernos cargo, incluso si es necesario, realizando una autocrítica madura que tanto necesita escuchar alguna vez nuestro pueblo? Porque nuestra gente está haciendo un esfuerzo muy grande no podemos nosotros ‘hacernos los tontos’; hay que acompañar con hechos y no solo con palabras ese enorme esfuerzo; por eso siguen doliendo algunas acciones de la dirigencia divorciadas de la ciudadanía de a pie, como los tan comentados ‘auto aumentos’ de sueldos de hace algunas semanas», leyó el arzobispo sin levantar la voz, ni amplificar lo que dijo.

«Es casi lo mismo que dijo Milei cuando se enteró del aumento de las dietas en el Senado», evaluó uno de los asistentes que estuvo en la primera fila. García Cuerva no sólo se refirió a las dietas de los legisladores, sino al aumento del 185% del salario del presidente y los ministros. Cuando estallaron las críticas, Milei buscó desentenderse y responsabilizó al entonces secretario de Trabajo, Omar Yasín, aunque el responsable final de la decisión fue un funcionario dependiente del jefe de Gabinete, Nicolás Posse. El ministro coordinador estaba en las primeras butacas y la mención de los «auto aumentos» no le pasó por el costado. Posse estuvo en el Tedeum y luego viajó junto a todo el Gabinete a Córdoba, pero sólo recibió un gesto distante del presidente, que esta semana aseguró que podrían haber cambios para un elenco ministerial en revisión, aunque la mira está especialmente puesta en la posible salida del jefe de Gabinete.

Además de la preocupación por el empeoramiento de las condiciones de vida también se refirió al odio. «El pasado nos enseña que todo lo que amamos se puede destruir en base a la instrumentalización y el odio, ya que priva al cuerpo social de las defensas naturales contra la desintegración y la fragmentación social: rédito instantáneo para los saqueadores de turno e incapacidad presente para pensarnos como Nación», aseguró y luego advirtió: «Hay pocas cosas que corrompen y socavan más a un pueblo que el hábito de odiar».

Foto: @AgenciaAFP

Aunque fue el primer Tedeum para ambos, no hubo desaires mutuos. La preservación del tono sin perder la firmeza en las críticas son los dos trazos que asemejan al discurso de García Cuerva con los que ofrecía Jorge Mario Bergoglio, cuando era arzobispo porteño. Antes de ser electo como Papa, Francisco supo utilizar sus homilías para cuestionar duro a Néstor Kirchner y también a Cristina Fernández, pero sin elevar la voz. CFK decidió mudar el Tedeum a otras catedrales del interior por esa misma razón y Mauricio Macri también sufrió ese yugo, pero en dos claves distintas: como alcalde porteño y como presidente, cuando le tocaba ver la cara amarga bergogliana en el Vaticano. Milei estuvo a un paso de pedir la realización de esta ceremonia de acción de gracias en Córdoba, pero la idea se diluyó porque el Pacto del 25 de Mayo quedó trunco por ahora. Un cambio repentino de lugar también habría sido un traspié involuntario para el presidente, que sigue esperando la visita que Francisco dijo que podría concretar este año.

Antes de dejar la Catedral, Milei saludó afectuosamente al anfitrión. Tal como le dijo el 10 de diciembre, el cardenal le dijo al presidente que esa iglesia era su casa y le volvió a dar la bienvenida. Las cosas ya habían sido dichas sin romper nada y volverán a resonar pronto. En el mando de tropa de la Iglesia sigue cayendo muy mal que el Ministerio de Capital Humano tenga alimentos de primera necesidad acumulados en dos enormes depósitos y haya frenado las entregas en este momento crítico. Dentro de dos semanas comienza la colecta anual de Cáritas y si no hay cambios en la política oficial, las advertencias del cardenal primado sumarán nuevas voces, de distintas latitudes, y con otro tono.

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