Bandas como REM, The Smiths o Nirvana, por citar tres ejemplos, se convierten en el refugio ideal para aquellos que atraviesan una ruptura amorosa o una fase de soledad. Estas canciones, en lugar de ser rechazadas por su tono, logran ofrecer una experiencia sanadora, permitiendo a los oyentes expresar y procesar sus sentimientos de una manera segura y reconfortante.
Lejos de ser simples melodías tristes, estas canciones actúan como un acompañamiento fiel en la exploración de la tristeza humana. Al escuchar temas así, el oyente puede encontrar una llave de escape emocional y un espacio para abrazar sus propias vulnerabilidades. Este tipo de música, según Far Out, “nunca debe ser rechazada en favor de otra más alegre”, debido a que abre la puerta a una autoexploración que muchas veces las melodías alegres no pueden ofrecer.
El impacto de la música triste en nuestras emociones
La ciencia también encontró valor en analizar la música triste para entender cómo afecta nuestras emociones, más allá de las preferencias personales. En 2022, la compañía de HappyOrNot unió esfuerzos con la experta en música de la Universidad de Durham, Analiese Micallef Grimaud, para clasificar canciones según su capacidad de provocar alegría o tristeza en los oyentes.
Aunque a primera vista la iniciativa podría parecer subjetiva, la colaboración buscó descubrir qué características musicales evocan tristeza en una mayoría de personas, dejando de lado si estas canciones son vistas de igual manera por todos.
El análisis de Grimaud y HappyOrNot no se enfocó en las canciones que más tristeza provocan entre el público, sino en las que, según el análisis de datos líricos y vocales, expresan con mayor precisión el sentimiento de miseria musical.
De acuerdo con Grimaud, quien aportó un enfoque académico, el proyecto pretendía también demostrar cómo las personas, independientemente de su nivel de conocimiento musical, tienen ideas relativamente coherentes sobre cómo debería sonar la tristeza o la alegría en la música. En sus investigaciones, la experta en música notó patrones en las canciones elegidas que reflejan estructuras musicales o tonos que la audiencia asocia más con sentimientos intensos.
Entre la alegría y la tristeza
Las canciones alegres suelen ser más reconocidas. Entre las consideradas más felices, según la fórmula utilizada, están el clásico veraniego Happy de Pharell Williams, y éxitos como Hey Ya de Outkast o Girls Just Wanna Have Fun de Cyndi Lauper. Le sigue la canción de Queen Don’t Stop Me Now y Feeling Good de Nina Simone. Miika Makitalo, director ejecutivo de HappyOrNot, reafirma que “no es ningún secreto que la música puede afectar profundamente cómo nos sentimos, o que los músicos pueden buscar expresar sus sentimientos en un momento determinado”.
Sin embargo, la lista de canciones tristes es donde la sutileza cobra más protagonismo. Se destacan Black de Pearl Jam y Nutshell de Alice in Chains, como ejemplos icónicos de letras que transmiten dolor. Particularmente emotiva es Tears In Heaven de Eric Clapton, un tributo al fallecimiento de su hijo Conor, en 1991, tras caer de un piso 53 en una torre de Manhattan. Y el segundo puesto lo ocupa el himno de REM, Everybody Hurts. La expresión de estas emociones profundas requiere más que letras directas o arreglos melancólicos; es un conjunto de elementos que hacen que conectemos de gran manera.
Entre todas las canciones tristes analizadas por HappyOrNot, en lo más alto del podio quedó Something In The Way de Nirvana. Este tema, incluido en el icónico álbum Nevermind, es una confesión casi susurrada de Kurt Cobain, donde la voz cansada del artista y la simplicidad de su guitarra de cuatro cuerdas crean una atmósfera cruda y sombría.
El tema ofrece un retrato desolador de soledad y desesperanza. La interpretación de Cobain parece cargada de una tristeza silenciosa, como si en cada palabra llevara una carga invisible. Something In The Way es un tributo a la soledad que Cobain experimentó en su niñez y que marcaría toda su obra artística. La canción idealiza la infancia del artista al explorar la desolación y el aislamiento que sintió, permitiendo que uno de los discos más rabiosos del rock termine en un tono de belleza austera y melancólica.