Jacques Azagury diseñó una pieza icónica para la princesa Diana, recuperada del anonimato tras años de secretismo por su creador.
Hace casi tres décadas, la princesa Diana encargó al diseñador Jacques Azagury una prenda destinada a convertirse en leyenda. Sigiloso y envuelto en secreto durante años, el llamado “Final Goodbye Dress” permaneció fuera del relato público hasta ahora, cuando su creador reveló su existencia y los detalles de esta obra cuyo destino quedó truncado tras la inesperada muerte de Lady Di.
Concebido para una aparición en un estreno cinematográfico, el vestido nunca alcanzó los flashes de la alfombra roja. Se convirtió así en el último símbolo tangible de una historia interrumpida, la vida de una figura amada y permanentemente observada.
La pieza, elaborada en georgette de seda negra el color predilecto de Diana según Azagury, destaca por su bordado a mano con cuentas de corneta, un pronunciado escote, una abertura frontal amplia y una cola considerada por Azagury como “increíble” dentro de la tradición de la alta costura.
Era un vestido pensado para atraer todas las miradas, definido por su creador como “muy hollywoodiense” y destinado a eclipsar todos los diseños previos. Lady Di lo probó en tres ocasiones; la última cita para ajustes sucedió menos de una semana antes de su muerte, en agosto de 1997.
El vestido permaneció casi acabado, salvo los tirantes, que todavía hoy siguen sujetos por alfileres, como esperando eternamente el regreso de la princesa para su retoque final.
Azagury, que según Vogue, siempre mantuvo un vínculo reservado sobre esta pieza, reconoció que el secretismo surgía por el valor personal que tenía para él y el entorno cercano de Diana. Recuerda los detalles de la última prueba, un ambiente distendido, risas habituales y la imagen de Diana desfilando con el vestido tras haber aprendido algunos movimientos de Mario Testino.
El diseñador nunca habló públicamente de esta pieza en conferencias o exposiciones, precisamente porque sentía que formaba parte de un capítulo íntimo e inconcluso de la vida de la princesa. Para él, el vestido es la encarnación del glamour y la historia sin terminar de Diana, una “conclusión de su vida” simbolizada en tela, espera y ausencia.
La relación entre Jacques Azagury y la princesa Diana
Jacques Azagury conoció a Lady Di en 1987, cuando ella ya había comenzado a definir su propio camino en el escenario real británico. El encuentro fue gestionado por Anna Harvey, entonces editora británica de Vogue y mentora clave de Diana en materia de imagen.
En ese primer contacto, según recuerda el propio diseñador, la princesa desplegó una facilidad para crear cercanía que alivió cualquier nerviosismo inicial. A partir de allí, se estableció una dinámica caracterizada por la confianza y la frecuencia: Diana llegó a visitar periódicamente el taller de Azagury en Knightsbridge o, en ocasiones, las pruebas tenían lugar en palacio.
Durante una década, la colaboración se tradujo en la confección de aproximadamente veinte vestidos para la princesa. El punto de inflexión llegó con los “Famous Five”, los cinco diseños con los que Azagury pretendió sintetizar la evolución estilística y vital de Diana tras su divorcio.
Esta relación profesional estuvo marcada siempre por la atención al detalle y la complicidad: la princesa confiaba en la pericia del diseñador y él adaptaba cada prenda con la seguridad de que la figura de Diana sería observada y analizada desde todos los ángulos posibles en cada aparición pública. El vínculo entre ambos trascendió la simple relación diseñador-clienta, quedando reflejado en las anécdotas y la memoria afectiva compartida en su última conversación y pruebas de vestuario.
El impacto personal y profesional de Diana en Jacques Azagury
La colaboración entre la princesa de Gales y Jacques Azagury implica algo más que encargos profesionales. Azagury describió a Vogue cómo, al diseñar para Diana, sentía una presión añadida por la exposición constante de su clienta ante la opinión pública y los medios internacionales.
Trabajar con Diana no solo catapultó la visibilidad de su firma, sino que consolidó su reputación en ámbitos mucho más allá de la moda. Azagury destacó que, en comparación con otras personalidades a las que vistió, la relación con Diana resultó la más entrañable y emocionante de su carrera.
El diseñador recordó cómo, con el paso del tiempo, fue testigo de la transformación de Diana de una figura tímida a una mujer segura y decidida. Los atuendos creados para ella no solo representaban tendencias, sino que reflejaban el empoderamiento y la evolución de su clienta.
Azagury expresó que, después de tantos años y experiencias, ninguna celebridad había generado tal nivel de ilusión y satisfacción como la princesa.